Un impulso local para restaurar un paraíso del Himalaya preservó a la vez una economía, una comunidad y un ecosistema.
By Geetanjali Krishna
Es una mañana soleada de otoño de 2022. Subimos por una cuesta empinada del Himalaya, cubierta de robles y rododendros, hasta un enorme prado en la antigua ruta de herradura de los sitios de peregrinaje hindú Gangotri y Kedarnath. A 3.800 metros parece la cima del mundo: pastos y flores silvestres llegan hasta donde se pierde la vista y, más allá, se ven los picos nevados del Himalaya de Kalanag, Bandarpunch y Swargarohini.
Nubes oscuras se ciernen sobre la región; no hay refugio en kilómetros a la redonda. “El tiempo aquí es cada vez más irregular”, dice Nawang, nuestro guía. “Generalmente no llueve en octubre, pero este año hemos visto un tiempo húmedo sin precedentes, lo que ha causado que estos barrancos se llenaran y se hicieran más profundos”.
Nos apresuramos hacia nuestro campamento, pasando por varios barrancos con agua congelada. Poco después de llegar al calor de nuestro refugio, empieza a nevar, por lo menos un mes antes de lo previsto para esta altitud. Es el último día de nuestro viaje.
Los esfuerzos por proteger la naturaleza de estas agresiones pueden traer sus propios problemas, desde prohibiciones turísticas económicamente dolorosas hasta barreras de hormigón. ¿Y si las autoridades de Uttarakhand encontraran la forma de proteger el ambiente, la economía y las comunidades locales al mismo tiempo?
“Cuando vi por primera vez esta pradera espectacular, me sorprendieron los diferentes factores de estrés causados por humanos, así como factores climáticos naturales que la ponían en peligro”, dice Sandeep Kumar, el oficial forestal de la zona entre 2018 y 2021. “Los pastores nómadas acampaban tradicionalmente allí con su ganado, y el ganado desatendido de las aldeas adyacentes pastaba allí, y se había convertido en uno de los destinos de senderismo más populares de Uttarakhand por su hermosa extensión de praderas cubiertas de hierba y su fácil accesibilidad”.
En los últimos cinco años, sin embargo, el número de turistas en la pradera local de Dayara Bugyal aumentó un 186 %, rondando hoy los 2.850 visitantes ´por año.
Kumar también descubrió que el pastoreo excesivo provocaba la desvastación y el pisoteo de los pastos. Con cada monzón, los barrancos formados por la erosión se ensanchaban. El agua de lluvia, los sedimentos y los escombros bajaban a gran velocidad, y aumentaban el riesgo de inundaciones repentinas, corrimientos de tierras y desprendimientos de rocas en las zonas más bajas y más densamente pobladas.
“El Gobierno y el Departamento de Bosques querían que encontráramos una solución después de que el Tribunal Superior del Estado reconociera la urgente necesidad de restaurar las praderas de Uttarakhand”, recuerda Kumar. “Dada su fragilidad ecológica, construir diques de hormigón habría sido una locura. Imagínense el costo de transportar los materiales hasta arriba y los estragos ambientales que todo ese cemento causaría en estas praderas”.
Pero la bioingeniería presentó una solución.
Kumar y su equipo de la división forestal de Uttarkashi empezaron a formar a mujeres de la aldea de Raithal para coser troncos con una fibra biodegradable que se obtiene de la cáscara de coco. Los troncos se rellenaban con agujas de pino de desecho, llamadas localmente “pirul”. “En una superficie de 6.600 metros cuadrados, llenamos todos los barrancos con estos troncos y los atamos con clavijas de bambú”, explica Kumar. También construyeron diques con los mismos troncos para reducir aún más la velocidad del agua y recoger la tierra vegetal que arrastraba la lluvia.
Al visitar los lugares restaurados durante la estación de floración, Kumar y su equipo observaron que la estera de coco y el limo habían optimizado la temperatura y las condiciones del suelo para la germinación. “Descubrimos que no sólo habían arraigado las semillas que habíamos sembrado, sino que muchas otras especies también habían germinado, porque sus semillas estaban en la capa superficial del suelo atrapadas en los troncos”, explica.
“Recuerdo una lluvia especialmente intensa apenas unos meses después de que construyéramos estas presas”, cuenta Kumar. “Subí a Dayara preocupado pensando que gran parte de nuestro trabajo había sido destruido”. Sin embargo, los diques de bioingeniería estaban intactos y, de hecho, habían ralentizado el flujo de agua desde la pradera hasta las cascadas y los arroyos. Calcula que el coco y las agujas de pino tardarán entre tres y cuatro años en descomponerse y convertirse en paja. Para entonces, la acumulación gradual de limo y materia orgánica permitirá que estos parches restaurados se integren armoniosamente con las praderas naturales.
Pero reparar los daños fue solo la mitad de la batalla. Kumar y el departamento forestal tuvieron que encontrar, también, una forma de regular la actividad humana y ganadera que contribuía a la degradación de Dayara Bugyal.
“Al principio, cuando los habitantes de Raithal oyeron hablar del plan de restauración de Dayara Bugyal les inquietó el acceso a los pastos”, dice Rawat. “¡Nuestros animales también necesitaban comer!”.
En las reuniones de 2018 se les explicó que la restauración de Dayara bususcaba desviar y reducir, pero no quitar sus derechos de pastoreo. “También nos dimos cuenta de que esto proporcionaría empleo, algo raro de encontrar en aldeas como la nuestra”, afirma Rawat.
Las personas de las aldeas crearon un grupo de unos 70 miembros que cosían troncos de coco y los rellenaban con agujas de pino. Los propietarios locales de mulas transportaban los troncos, el bambú y otros materiales hasta la pradera, donde otros miembros del grupo construían las presas de contención y rellenaban los barrancos. Mohan Lal, agricultor marginal (es decir, propietario de hasta una hectárea) y dueño de un huerto, era uno de ellos. “En los dos meses que duró el proyecto, cada miembro ganó entre 300 y 370 dólares”, dice. “Es muy buen dinero para un pueblo con pocas oportunidades de subsistencia”.
Además, el departamento forestal desarrolló un pastizal alternativo para reducir la presión sobre Dayara. Kuniyal piensa que esto, junto con las reuniones periódicas para sensibilizar a las comunidades locales, ayudó a reducir el número de animales llevados a pastar. “El uso de troncos de coco de fabricación local rellenos de materiales orgánicos disponibles en la zona ayudó a reducir el coste del proyecto en al menos un 20 % y también generó oportunidades directas y alternativas de sustento para 700 hogares”, afirma. “Creo que quizá el coste del proyecto podría reducirse aún más si se encontrara un material disponible para sustituir al coco, que viene de al menos 1.500 millas (2.400 kilómetros) de distancia”.
Los ecologistas han utilizado varias técnicas para restaurar las praderas alpinas y subalpinas en todo el mundo, como el uso del deshielo para recargar las aguas subterráneas en el Parque Nacional de Yosemite, en California, y la regulación de las prácticas de pastoreo en los prados alpinos del Himalaya occidental y China. Sin embargo, el proyecto de Dayara Bugyal se destaca por su replicabilidad: es de bajo costo, implica a la comunidad y los troncos pueden fabricarse con fibras y biomasa disponibles localmente. “La ejecución de este proyecto llevó dos meses y costó unas 27 rupias lakh (unos 33.110 dólares)”, explica Kumar. “Y al contar con la ayuda de la comunidad local, aseguramos su continuidad sin comprometer sus necesidades socioeconómicas”.
El modelo de Dayara Bugyal fue reconocido por el Gobierno de Uttarakhand como una de las formas más idóneas de restaurar las praderas del Himalaya con una fuerte erosión de los barrancos. Se está reproduciendo en todo el Estado y también en otras partes del país. La técnica también puede utilizarse para reparaciones de bioingeniería en el Himalaya y otros paisajes ecológicamente frágiles. “Por ejemplo, puede utilizarse para sostener terrazas en las pendientes de las montañas, en las que los agricultores de subsistencia cultivan sus cosechas. También puede utilizarse para anclar laderas frágiles que se han vuelto proclives a desprendimientos de tierra y rocas”, afirma Kumar.
Rajbir Rawat, por su parte, es optimista y cree que Dayara Bugyal podría recuperar pronto su antigua y mágica gloria. “Raithal se beneficiaría del aumento de llegadas de turistas”, dice, “y yo podría volver a ver las flores y hierbas de mi infancia”.
Esta historia se publicó originalmente en Reasons to be Cheerful, y es republicada dentro del Programa de la Red de Periodismo Humano, apoyado por el ICFJ, International Center for Journalists.
Durante las dos últimas décadas, Geetanjali Krishna ha viajado por toda la India para informar sobre el medio ambiente, el cambio climático y la salud mundial. En 2020 cofundó The India Story Agency, una colaboración transfronteriza con la periodista londinense Sally Howard.