Desplazadas en Nigeria crean redes de contención a través de clubes de dinero

Los adashes se volvieron una forma de construcción comunitaria entre mujeres nigerianas viviendo en campamentos de refugiados.

Por Zubaida Baba-Ibrahim

Mientras la máquina de coser zumba, Hafsatu Hamman se concentra en la tela frente a ella, guiándola con cuidado a través de la máquina para mantener las puntadas alineadas.

El sistema adashe brinda una fuente vital de préstamos o de apoyo financiero cuando las instituciones tradicionales son inaccesibles o poco confiables, lo que ocurre a menudo en regiones en conflicto. Foto: Zubaida Baba-Ibrahim.

Es un día típico en la choza de chapa de Hamman, donde cose ropa para los residentes del campamento de desplazados de Wassa en la capital nigeriana, Abuja, por un promedio de ₦300 ($0.3 USD) por conjunto, similar al precio de un pan pequeño. Se espera que contribuya con ₦4,000 ($5.20 USD) a su grupo adashe antes de que culmine el mes.

“Tenemos un grupo de unas 15 mujeres. Cada una contribuye con ₦1,000 a la semana, pero si el monto es mucho, puedes aportar lo que puedas”, explicó Hamman, hablando en el idioma hausa, común en África Occidental. “Entendemos que no todos tienen los mismos recursos”.

Adashe es la palabra hausa para una forma tradicional de asociación en la que las personas contribuyen con una cierta cantidad de dinero que luego se junta y se reparte entre los miembros del grupo. Se cree que esta práctica se originó en Nigeria antes de expandirse por África Occidental y Central, hasta llegar al Caribe. Sin embargo, los clubes de dinero son comunes en todo el mundo. Las ganancias agrupadas pueden ser una salvación durante emergencias y una forma de hacer crecer los ahorros.

Hamman, de 40 años, es una de las 31,000* personas desplazadas que viven en 18 campamentos alrededor de Abuja. Al igual que la mayoría, terminó allí después de escapar del conflicto con Boko Haram en los estados nororientales de Borno, Adamawa y Yobe. Desde que la insurgencia se intensificó en 2014, más de 35.000 personas han sido asesinadas en un conflicto marcado por un alto número de víctimas civiles, secuestros y una campaña militar de tierra arrasada que ha profundizado la crisis humanitaria en la región.

“Vinimos sin conocer a nadie” 

Hamman, que huyó de la zona de Gwoza en Borno en 2014 debido a una ola de ataques de militantes de Boko Haram, recordó el momento en que se vio obligada a dejar atrás su aldea y su máquina de coser.

Foto: Zubaida Baba Ibrahim/TNH

Su viaje de Gwoza a Abuja fue largo y difícil. Se vio obligada a moverse de un lugar a otro en busca de seguridad antes de establecerse en Wassa, el campamento de desplazados más grande de Abuja. Alberga a casi 6.000 personas; la mayoría son de Nigeria nororiental, y alrededor del 70 % son mujeres o niños.

“Llegamos aquí sin conocer a nadie ni nada”, le dijo a The New Humanitarian. “Durante el primer año, todos esperábamos y añorábamos poder regresar a casa. No pensábamos en hacer algo para ayudarnos porque no creíamos que estaríamos aquí por mucho tiempo”.

A pesar de estar físicamente lejos de las zonas de violencia, el conflicto aún los afectaba de maneras profundas. “Nos dejó sin acceso a necesidades básicas: sin refugio, sin agua limpia, sin comida, sin clínicas”, dijo Hamman.

“Ahora puedo ayudar a mi familia”

Antes de convertirse en un refugio para personas desplazadas, Wassa era un conjunto de viviendas de bajo costo. Sin embargo, a medida que fue aumentando el número de desplazados que llegaban a Abuja, muchos fueron reubicados allí. Cada bungalow alberga a varias familias. Aunque algunas ONG locales habían establecido anteriormente una escuela primaria y una clínica móvil en el campamento, estos servicios ya no están en funcionamiento. Los residentes del campamento dicen que reciben ayuda alimentaria y médica una vez al año, y que no es suficiente para cubrir sus necesidades.

Foto: Zubaida Baba Ibrahim/TNH

“En casa, era costurera, así que fui a buscar a alguien en la comunidad que tuviera una máquina de coser que pudiera pedir prestada. Con ella, me sentaba al borde de la carretera y reparaba ropa, ₦20 ($0.03 USD) o ₦50 ($0.06 USD) cada una. A veces, alguien me daba hasta 200 naira ($0.26 USD), y yo estaba tan feliz”, dijo Hamman. “No gastaba todo el dinero que ganaba en comida. Guardaba la mitad para aportar al adashe“.

Poco a poco, Hamman ahorró suficiente dinero para comprar su propia máquina de coser y, eventualmente, pudo construir una choza de chapa para crear un espacio de trabajo más permanente.

“Ahora puedo ayudar más a mi familia de lo que podía antes”, dijo, explicando cómo ahora puede pagar la matrícula de sus hijos, ya que la escuela gratuita del campamento cerró. “La ayuda [de las ONG locales] aún llega de vez en cuando, pero nunca es suficiente”, añadió Hamman. “Miles de nosotros estamos aquí, pero eso no les importa. Nos dan lo que pueden y depende de nosotros compartirlo como podamos”.

Un sentido de pertenencia

El sistema adashe proporciona una red de seguridad para las familias desplazadas que viven en el campamento. Les permite a las mujeres ahorrar dinero en un fondo colectivo, que puede utilizarse para pagar matrículas escolares, atención médica, suministros agrícolas y otras necesidades familiares.

Foto: Zubaida Baba Ibrahim/TNH

Pero además de ofrecer asistencia financiera, los clubes adashe brindan apoyo emocional y mental. Para las mujeres en particular, ser parte de un grupo así ofrece un sentido de pertenencia y comunidad, lo que puede ser especialmente importante en momentos de adversidad e incertidumbre. El adashe también les ofrece a las mujeres una manera de tomar el control de sus propias vidas y decidir cómo se utilizan los fondos colectivos en sus hogares.

Adashe es para quienes tienen algo de sobra”

Pero no todos pueden permitirse participar en el adashe. A medida que el costo de vida se ha disparado debido a la inflación, muchas personas en los campamentos han luchado por llegar a fin de mes con lo poco que tienen.

Foto: Zubaida Baba Ibrahim/TNH

Bintu Ali vende nueces asadas para ganarse la vida en el campamento de Durumi, ubicado en una zona de clase media de Abuja y que alberga a más de 3.000 personas. No gana suficiente dinero para ahorrar. “Todo el dinero que gano se destina a [pagar artículos del hogar]”, explicó. “Adashe es para personas que tienen un excedente”.

Las personas que no pueden unirse a los grupos adashe pueden sentirse excluidas.

Si bien puede ser difícil para las mujeres desplazadas participar en tales grupos por su cuenta, las transferencias de efectivo de organizaciones de ayuda pueden ayudarlas a acceder a estos sistemas de apoyo. Un estudio del Banco Mundial en Níger encontró que las transferencias de efectivo llevaron a un aumento en la participación de mujeres en Tontine, un tipo de grupo de ahorro local similar a adashe.

Uno de los principales desafíos de los sistemas adashe es la falta de regulación. Debido a que a menudo se basan en la confianza mutua entre los miembros, carecen de estructuras formales para garantizar que todos contribuyan de manera justa o reciban su parte justa de los ahorros cuando sea su turno.

Si bien esta flexibilidad puede ser ventajosa, especialmente para mujeres en situaciones de desplazamiento, también puede conducir a problemas si los miembros no son honestos o responsables.

En 2022, una ONG local, Stand with a Girl Child, otorgó fondos a 20 mujeres para impulsar sus pequeños negocios. En cambio, las mujeres decidieron invertirlo en un grupo adashe. Hamman dijo que algunas miembros dejaron de contribuir cuando recibieron su parte del dinero, lo que provocó que la mayoría de las mujeres perdieran sus ahorros.

“A veces, las personas toman su parte del dinero y dejan de contribuir”, dijo Liyatu Ayuba, de 50 años, que vive en Durumi. “Otros pueden tener una necesidad urgente de dinero y, en lugar de ser honestos y pedirle a la siguiente persona en la rotación si pueden intercambiar lugares, pueden mentirle al líder del grupo. Esto puede causar mucha confusión y desconfianza, lo que puede dañar el sentido de comunidad”.

“Decidimos instalarnos donde vimos gente como nosotros” 

El viaje de Ayuba a Abuja estuvo lleno de dolor y pérdida. Ella y su familia habían estado viviendo en el estado de Imo, en el sureste, pero en 2014 su esposo, un soldado, fue llamado a servir en Bama, una ciudad que ha sido atacada repetidamente por insurgentes de Boko Haram.

Foto: Zubaida Baba Ibrahim/TNH

“Dijeron que todos los soldados de Borno debían regresar para labores de mantenimiento de la paz, y llevaron a mi esposo a Bama. Desde allí, mi esposo murió en servicio activo, disparado por los chicos de Boko Haram”, dijo.

Después de la muerte de su esposo, Ayuba (en la foto arriba) emprendió un viaje de 1,200 kilómetros a Maiduguri, la capital de Borno, en busca de un nuevo comienzo. Sin embargo, la tragedia golpeó de nuevo cuando su hijo Daniel resultó gravemente herido en un bombardeo de Boko Haram. Después de varias transferencias hospitalarias, se trasladaron a Abuja con la esperanza de que eso lo ayudaría a recuperarse.

“Muchas personas murieron en esa explosión, pero Daniel no. Estuvo gravemente herido y tuvo cirugía tras cirugía, pero no se curaba”, explicó Ayuba. “La mayor parte de nuestro dinero se fue en facturas hospitalarias, así que decidimos asentarnos donde encontramos a otros como nosotros”.

Ayuba dijo que hubo menos problemas durante los primeros dos años: “Tuvimos la atención del gobierno, y así tuvimos mejores oportunidades de ser escuchados. Recibimos comida, jabón, ropa y mosquiteros regularmente”. Casi una década después, dijo que el campamento se ha vuelto cada vez más abarrotado, lo que ha puesto presión sobre los recursos. La comida, el agua y otros materiales de ayuda se han vuelto insuficientes.

En el grupo adashe de Ayuba, cinco mujeres contribuyen con ₦500 ($0.65 USD) cada día al fondo colectivo, que suma ₦75,000 ($97.50 USD) al final de cada mes. Este dinero se divide luego entre dos miembros en rotación, dando a cada una una suma de más de ₦35,000. Esto es más que el salario mínimo en Nigeria y ha ayudado a Ayuba a mantener a su familia.

“Sé que la escuela es importante” 

Ayuba es vista como una figura maternal por muchos de los jóvenes en el campamento, especialmente aquellos que perdieron a sus padres durante el conflicto. Tiene 12 hijos bajo su cuidado directo.

Foto: Zubaida Baba Ibrahim/TNH

Además de proporcionar apoyo emocional y orientación, Ayuba ayuda a pagar sus matrículas escolares y otras necesidades esenciales, para lo cual el adashe le permite ahorrar. “Sé la importancia de la escuela para estos niños, y estoy haciendo todo lo posible para ayudar”, dijo.

“A veces el dinero de [adashe] no es suficiente para que todos tengamos todo lo que necesitamos, pero nos permite salir adelante. Algunas de mis chicas adolescentes se unieron a un grupo recientemente y están a punto de recibir su parte antes de Navidad. Me dicen que comprarán su ropa navideña, así que al menos eso puedo quitarme de encima”, dijo Ayuba, sonriendo.

Si bien el adashe y otros clubes de dinero pueden no ser exclusivamente para mujeres, en los campamentos de desplazados de Abuja, a menudo son organizados por y para mujeres. Esto se debe a que muchas de las mujeres desplazadas son viudas, mientras que otras no tienen las mismas oportunidades laborales que los hombres.

Las mujeres también están mejor conectadas con la comunidad. Esto les permite navegar las complejas dinámicas de los grupos y asegurar que sus contribuciones sean seguras y se utilicen de manera efectiva.

Cómo pueden ayudar los grupos de asistencia

Algunas mujeres que aún no son parte de ningún grupo adashe (como Kaltume Ali, que está tejiendo un gorro en el campamento Wassa) le dijeron a The New Humanitarian que estarían interesadas en unirse si pudieran recibir ayuda financiera para hacerlo, incluso en lugar de raciones de comida si eso les ayudara más a largo plazo.

Foto: Zubaida Baba Ibrahim/TNH

Tijjani Babakura, especialista en programación humanitaria y de desarrollo con sede en Nigeria, dijo que fortalecer sistemas como Adashe es clave para el empoderamiento. “Cuando las organizaciones intentan apoyar y empoderar a las personas, a menudo lo hacen de la manera incorrecta y eligen a las personas equivocadas para apoyar”, dijo.

“Las ONG locales, especialmente, pueden fortalecer esta práctica enseñando a los grupos mejores prácticas de contabilidad y compartiendo ideas sobre cómo pueden presupuestar cuando reciben su parte”, explicó Babakura, señalando que los miembros a menudo dejan de contribuir después de recibir su parte porque no tienen un plan sólido sobre cómo usar el dinero. En lugar de invertir, lo gastan en necesidades inmediatas, lo que no ayuda a hacer crecer el dinero.

Debido a que los grupos adashe generalmente se basan en la confianza mutua entre personas con objetivos similares, unirse a un grupo establecido puede ser difícil. Babakura sugirió que las ONG y los grupos de ayuda podrían ayudar a unir a quienes tienen trabajos o intereses similares: “como agrupar a mujeres que venden cosas similares, como—digamos, verduras. De esta manera, todos pueden sentirse incluidos”.

“Durante el adashe de la granja, hay canto y baile”

Pero el sistema adashe es mucho más que solo dinero. También puede involucrar alimentos, donde cada miembro contribuye con una lata de arroz a otro miembro de manera rotativa, o agricultura, donde todos en el grupo ayudan en la granja de un miembro durante unos días, turnándose para trabajar en diferentes granjas. “Durante el adashe de la granja, hay canto y baile”, dijo Ayuba.

Foto: Zubaida Baba Ibrahim/TNH

En la foto de arriba, las mujeres del campamento Wassa están desgranando vainas de frijol secas, una tarea tediosa que es más eficiente cuando se realiza en grupo. Este es solo un ejemplo de cómo el adashe también se trata de compartir el trabajo y fortalecer lazos, y crear un sentido de comunidad y apoyo mutuo.

Esto puede ser invaluable frente a los muchos desafíos que la vida en el campamento presenta para las sobrevivientes de conflictos. Como dijo Ayuba, “siempre es agradable saber que tienes un grupo de amigas—hermanas que están listas para ayudar y apoyarte”.

Zubaida Baba-Ibrahim es una periodista y escritora creativa nigeriana que se centra en las soluciones y el periodismo constructivo y es la primera becaria de periodismo de The New Humanitarian.

Edición de Patrick Gathara and Andrew Gully.
Traducción y edición en español, por el equipo de la Red de Periodismo Humano
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Esta historia fue publicada originalmente en The New Humanitarian (Suiza) y es republicada dentro del programa de la Red de Periodismo Humano, apoyado por el ICFJ, International Center for Journalists.

“The New Humanitarian pone un periodismo independiente y de calidad al servicio de los millones de personas afectadas por crisis humanitarias en todo el mundo. Para más información, visite www.thenewhumanitarian.org.”

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