Un ritual inusual redujo el número de matrimonios infantiles y de inundaciones, impulsó la educación de las niñas y provocó una transformación cultural.
Por Geetanjali Krishna
Un grupo de estudiantes charlan divertidas mientras pasean frente a un bosque en Piplantri, un pueblo del estado indio de Rajastán. “Aquí está el mío”, grita una, mientras toca suavemente un joven árbol de neem. “Y la mía”, sonríe otra, bajo una grosella india que desparrama su fruta ácida por el suelo. El bosque vibra con el canto de los pájaros y las risas de las niñas.
“Hace quince años esto era tierra estéril y seca”, dice Shyam Sundar Paliwal, exsarpanch (jefe electo de un pueblo indio) de Piplantri sobre la zona. “En lugar de este bosque, los árboles y el aire limpio que se respira hoy, todo lo que teníamos entonces era polvo de mármol”.
En 2007 plantó el primer árbol: fue un kadam (un árbol tropical) en memoria de su hija Kiran, de 17 años, que murió deshidratada. “La transformación de Piplantri empezó con ella”, dice.
“Ojalá estuviera aquí para verlo hoy”.
Lo que Kiran vería son casi 400.000 variedades autóctonas de árboles. Su crecimiento ha mejorado la situación de las niñas y mujeres de la aldea y está reparando los daños medioambientales causados por décadas de extracción de mármol.
Plantar una semilla
Mientras Shyam Sundar y su esposa Anita lloraban la pérdida de su alegre adolescente hace más de una década, se dieron cuenta de que en Piplantri, como en la mayoría de las comunidades patriarcales de la India, la gente prefería a los hijos que a las hijas.
Anita, actual sarpanch de Piplantri, recuerda haber oído hablar de antiguas comadronas que podían deducir el sexo del feto a partir de los andares de la madre embarazada. “Administraban hierbas secretas para provocar el aborto cuando sospechaban que era una niña”, dice.
Tras la muerte de Kiran y el luto ritual de 13 días, los Paliwals plantaron el árbol en honor a su hija. Pronto, Shyam Sundar convenció a otros aldeanos para que honraran a sus hijas plantando árboles en su nombre. “Como sarpanch, empecé a utilizar los fondos públicos disponibles para el desarrollo del pueblo para plantar y mantener 111 árboles por cada niña recién nacida”, explica. “Con el tiempo, a medida que crecían los árboles, más personas se fueron sumando a la idea”.
La propuesta se enmarca en el ecofeminismo, movimiento que establece una correlación directa entre cómo la sociedad trata a las mujeres, la gente de color y las clases marginadas y cómo se trata al ambiente. El movimiento Chipko (protector de los árboles) de la India equipara desde hace tiempo a las mujeres y la tierra por su capacidad de dar vida y nutrir. Surgió como protesta contra la tala comercial de árboles en 1971 e inspiró a las mujeres locales a cuidar los árboles del hacha de los leñadores protegiéndolos con sus cuerpos.
Prem Bai Rajput, madre de seis hijas, fue una de las mujeres que abrazó la idea de los Paliwals de plantar árboles. Ella y su marido, un minero del mármol, plantaron 111 árboles alrededor de su casa, los campos y los terrenos comunes del pueblo para sus tres hijas menores.
“Mis hijas mayores nacieron antes de que empezara este proyecto”, dice. “Muchos de nuestros parientes se burlaban de que sólo pudiera tener niñas”.
Pero cuando la cuarta hija de Rajput llegó al mundo, la comunidad del pueblo regaló colectivamente a la recién nacida 31.000 rupias indias (unos 380 dólares) en una cuenta de depósito a plazo fijo para sus gastos de educación o matrimonio.
En 2007, la comunidad adoptó la práctica de dar a cada niña nacida en Piplantri fondos para que accediera a ellos a sus 18 años. A cambio, los padres se comprometen no sólo a educar a sus hijas, sino a asegurarse de que únicamente se casen después de cumplir los 18 (el 26,9 % de las niñas de las zonas rurales de Rajastán se casa a los 18 años).
“Parecía como si el verdor, el aire más limpio y las temperaturas más frescas creadas por los árboles plantados para nuestras niñas hubieran hecho que la gente se diera cuenta de que ellas también tienen valor”, dice Rajput. “Los murmullos sarcásticos aún no han cesado del todo, ¡pero se han reducido definitivamente!”.
Anita afirma que hoy en día todas las niñas del pueblo van a la escuela, en claro contraste con el resto del estado, que tiene una tasa de alfabetización femenina del 57,6% (frente a la masculina que llega al 80,8%), la mayor brecha de género en alfabetización de todos los estados indios. La razón, según Shyam Sundar, es que Piplantri tiene dos escuelas de secundaria superior, por lo que las chicas no tienen que recorrer largas distancias (como en otros pueblos) para estudiar.
Kala Devi Paliwal (sin parentesco con Anita y Shyam Sundar), que planta y cuida árboles para el comité del pueblo, dice que las cosas han cambiado radicalmente para las niñas del pueblo: “Antes no podíamos salir de casa sin escolta, y hoy no sólo estudian todas nuestras hijas, sino que incluso muchas [mujeres casadas] trabajan y son independientes”.
Renovación medioambiental
La campaña de plantación de árboles no sólo ha provocado un cambio cultural. La floreciente vegetación ha mejorado el aire, el agua, el suelo y el microclima. Años de extracción de mármol habían dejado el paisaje gravemente degradado. Pero hoy, mientras los pueblos vecinos están cubiertos de polvo de mármol, el aire de Piplantri es notablemente más limpio. Los lugareños atestiguan que las aguas subterráneas, sobre todo en las zonas forestales, se encuentran entre 4,5 y 6 metros. Antes de 2007, los niveles de agua subterránea habían caído por debajo de los 152 metros.
“La agricultura se había vuelto imposible, lo que obligó a los lugareños a emigrar a las ciudades —o a las minas de mármol— en busca de mejores medios de subsistencia”, afirma Shyam Sundar.
En una evaluación preliminar del suelo del bosque de Piplantri, Hemlata Lohar, científica conservacionista con un doctorado en captura y secuestro de carbono, afirma que el aumento de materia orgánica en el suelo lo ha enriquecido y ha mejorado su capacidad de retención de agua. “Este distrito registró lluvias más intensas de lo habitual este año, pero a diferencia de las zonas desérticas pedregosas vecinas, aquí no hubo inundaciones. Esto se debe en parte a que los árboles ayudan a absorber el agua”, afirma.
La población local se beneficia directamente de estos cambios. La joven madre Meetu Kanwar, con su hija Anita de seis meses sentada encima, arranca limones frescos para hacer chutney: “Funciona en ambos sentidos: nosotros cuidamos estos árboles y ellos nos cuidan a nosotros”.
Sin embargo, no muy lejos del verde bosque de la aldea, la minería y los vertidos no cesan. Motivadas por la plantación de árboles de Piplantri, algunas empresas mineras han empezado a reverdecer sus antiguos vertederos, creando incluso pequeñas masas de agua para animales e insectos. “Creo que estas laderas tardarán cientos de años en convertirse en bosques naturales”, comenta irónicamente Shyam Sunder. “Pero esto al menos minimiza el polvo y permite a los árboles extender su influencia terapéutica en esta tierra degradada”.
Los Paliwals dicen que todos los fondos para la plantación y el mantenimiento proceden del Gobierno. Sin embargo, el alto nivel de mantenimiento, los gastos y la dependencia de unas pocas personas motivadas dificultan la replicabilidad. Además, sin formación en silvicultura o restauración ecológica, Shyam Sundar plantó algunos árboles exóticos que necesitan más atención que las especies autóctonas.
“Pero este bosque plantado está definitivamente capturando suficiente carbono y creando el ambiente adecuado para que los endémicos eventualmente crezcan de forma natural”, dice Pankaj Sharma, un conservacionista que trabaja en un proyecto para desarrollar el espíritu empresarial sostenible del mármol.
Y en 2018, el Gobierno de Rajastán desarrolló un centro de formación para educar a la gente en el “modelo Piplantri” de recolección de agua y plantación de árboles.
El plan ahora es crear cooperativas de mujeres para vender productos forestales como miel, productos de grosella espinosa india y bambú, todos los cuales se cosechan ahora de los bienes comunes verdes de la aldea. Los beneficios económicos directos del bosque que obtengan las mujeres podrían garantizar la protección continuada de ambos.
Mientras tanto, la mayor alegría de los Paliwal es su segunda hija, una maestra de escuela que ya tiene su propia familia.
“Ella está floreciendo, los árboles están floreciendo”, dice Shyam Sundar. “Las niñas, los árboles, el agua, la biodiversidad, los bienes comunes de la aldea: sólo cuando florecen juntos, uno puede atreverse a tener esperanza en el futuro”.
Geetanjali Krishna. Durante las dos últimas décadas ha viajado por toda la India para informar sobre el medio ambiente, el cambio climático y la salud mundial. En 2020 cofundó The India Story Agency, una colaboración transfronteriza con la periodista londinense Sally Howard. Es una de las dieciséis ganadoras de la Beca de Seguridad Sanitaria Mundial 2021 del Centro Europeo de Periodismo, y sus artículos más recientes pueden encontrarse en Times, The British Medical Journal, BBC Future, The Third Pole y Business Standard.
Esta historia fue publicada originalmente en Reasons To Be Cheerful, y es republicada dentro del Programa de la Red de Periodismo Humano, apoyado por el ICFJ, International Center for Journalists.